"Te llevaré en mi alma por la eternidad"~



9.7.10

*Capítulo 5: La llegada

Mi departamento era muy pequeño como para albergar a tres personas y, con la inesperada llegada de Tomás, no habría cupo para Andrés.
Pasamos la noche viendo películas y charlando sobre todas las cosas que habían pasado en nuestro pueblo. Él me contó todas las novedades y me puso al tanto de lo sucedido, quien mejor para hacerlo que alguien que nunca se había ido, como lo hice yo.
Muchas veces me repitió que yo era lo que necesitaba y que me quería de vuelta.
Nunca contesté a sus sugerencias, eran dolorosas espinas que todavía permanecían clavadas en mi corazón.
Como había sucedido por teléfono, las horas pasaron rápidamente. Fuimos a dormir. Yo estaba muy cansada, había sido un terrible día.
Una fuerte tormenta que azotaba con violencia los vidrios de las ventanas de mi cuarto, fue el motivo que hizo que me despertara.
Y lo primero que vi al abrir los ojos fue su rostro, mirándome como si fuera un maniquí en una vidriera. Por un segundo me sentí confusa, no entendía bien a dónde estaba ni qué hacía ahí, en especial con él.
Con un tímido “buen día” y un beso tierno en la mejilla, volví a mi realidad: no lo quería conmigo.
Traté de evadirlo para levantarme de la cama e ir hacia mi ropero pero no se movió de su lugar y me persiguió con la mirada hasta que abandoné el cuarto.
Tomamos un breve desayuno, sin decir ni una palabra y luego lo dejé solo en casa con la excusa de que tenía que salir. Era mentira y yo sabía que él conocía el engaño.
No sé aún si no me dijo nada por ese amor que me tenía o por el miedo a perderme definitivamente.
Salí bajo la lluvia a caminar, no sabía a dónde ir, solo sabía que quería salir de ahí.
De pronto tropecé con alguien, nos topamos de frente y yo ignoré su cara, era un desconocido para mí.
Le pedí una disculpa y seguí con mi rumbo, pero sin embargo, él me alcanzó y tomó de mi mano. Lo miré fijo, estábamos los dos empapados sin nada para decir.
Era perfecto, como caído del cielo, no tenía ningún defecto.
Me sonrió ampliamente y ahí fue cuando, de verdad, casi me muero. Las rodillas me temblaban y no podía decir ninguna palabra comprensible.
Luego pronunció un seguro “hola” que obviamente yo no pude contestar. Volvió a reír y se presentó. Andrés Cess, ese era su nombre.
Y yo no lo podía creer.
Ese hermoso muchacho, con ojos color canela y sonrisa cautivante, era mi compañero de departamento.
Quedé helada y no solo porque estaba completamente mojada sino por lo que tenía frente a mí, el hombre más lindo que había conocido y encima, viviría conmigo.
Luego de salir de mi ensimismamiento, tuve un impulso de salir corriendo, quería escaparme de ese embarazoso momento. Pero algo me detuvo, algo que ya tenía forma: él.
Me preguntó sobre una dirección, la de mi casa para ser más precisa. Me presenté y lo llevé conmigo a su nuevo hogar.

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