"Te llevaré en mi alma por la eternidad"~



2.7.10

*Capítulo 2: El acompañante.

Aquí el segundo cap. de la novela :)

Alcancé a divisar más allá del escritorio una foto caída tras el ropero. Me incliné para juntarla. Era yo en otras épocas, con el pelo más largo y con más cara de nena. No pude fecharla inmediatamente, me costó un periquete recordar cuando había sido y dónde. Estaba en la entrada de atrás del colegio en el que cursé mi secundaria, agarrada del alambrado, arriba de un bicicletero de hierro negro. Fue en mi último año, me dije, sí, la pared del fondo ya estaba pintada con los graffitis que tanto pedimos. Me trajo a la memoria todos los tiempos pasados, bueno tiempos realmente.
La coloqué medio triunfalmente adentro de un cuaderno. Haberme visto, hacía más grandes las ganas de volver.
El teléfono sonó nuevamente, avancé hacia la mesa ratona en donde estaba y temiendo que fueran más malas noticias, contesté.
Todo por el contrario escuché del otro lado del auricular una voz algo familiar, era aquella vieja amiga mía que me llamaba para pedirme un favor. Que raro yo recibiendo peticiones. Siempre era igual, alguien necesitaba algo y a quien acudían era a mí, y yo por supuesto ayudaba en lo que podía, nunca me negué.
Gustosamente acepté la proposición que me hacía. Un acompañante para el departamento. Era buena la idea.
Nunca me había gustado vivir sola pero tampoco quería arriesgarme a poner un aviso clasificado y terminar compartiendo mi hogar con un completo desconocido. Igualmente, algo irónico era aceptar, porque de todas maneras, este amigo de mi amiga era para mí, alguien sin rostro aún.
Después de que colgué me quedé pensando un poco acerca de lo que acababa de hacer.
Está bien, me dije, algo de compañía no me vendría mal. Y menos ahora que todo estaba tan tenso, por los estudios o por la misma ciudad.
Continué con la tarea de acomodar mis cosas, sin dejar de meditar en los miles de pensamientos que desde hace unos días me rondaban por la cabeza.
En eso sentí el sonar del timbre. Otra interrupción más.
Cuando abrí la puerta, vi gustosamente a una amiga de la facultad. Como es de suponerse, la invité a pasar y le ofrecí algo para beber. Me aceptó un té. A causa de esto me dirigí a la cocina a preparar la infusión.
Mientras aguardábamos a que el agua hirviera, charlamos un poco.
Ella era una muchacha de una alta clase social, hija de un empresario muy poderoso, pero que sin embargo, estudiaba en una nacional, como yo. Desde el primer año nos habíamos hecho buenas amigas, nos visitábamos y hasta un par de veces salimos de vacaciones juntas. Le gustaba mucho hablar conmigo, yo le contaba como se vivía en el interior y lo que hacía la gente. Siempre quedaba maravillada. Nunca había salido de su gran ciudad.
Después de conversar un rato, ella me anunció que se marchaba, tenía muchos asuntos pendientes. Supuse que serían cuestiones de alguna de las empresas de su padre.
Ya eran más de las diez y entré a ducharme para relajarme un poco.
Mientras el agua caliente llenaba el cuarto de vapor, seguí recordando viejos tiempos. Me hubiese gustado compartir más momentos con la gente que quise, me dije, aunque no siempre la vida da las cosas que una pide.
Apenas salí del baño, volvió a sonar el teléfono. Medio mojada corrí a contestar. Esta vez no conocía la voz del hablante. Intercambié con él un par de preguntas antes de saber su identidad. Era el conocido de mi amiga que llamaba para preguntar si estaría todo bien con la propuesta de compartir el departamento. Contesté que sí.

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